Después de tantos años de silencio, hoy vengo a contaros una verdad incómoda. La responsabilidad de que los champús que utilizamos (vosotras, porque yo, desde los 15 años, he evitado los champús comerciales) sean ineficaces e incluso contraproducentes recae en NOSOTRAS. ¡Se tenía que decir y lo he dicho!
Ahora bien, ¿por qué nosotras? Permíteme explicarlo.
En nuestra búsqueda constante de un cabello brillante, sedoso y liso, sometemos nuestro pelo a cada vez más procesos técnicos. Sin embargo, seguimos aferradas a la idea de que el champú que usábamos antes debería seguir funcionando igual de bien. Aquí está el quid de la cuestión: las grandes industrias cosméticas, aunque operen bajo diferentes nombres, comparten secretamente el mismo juego. Añaden cantidades significativas de siliconas a sus bases lavantes, cuya eficacia para nuestros cabellos sensibilizados es, en el mejor de los casos, dudosa. Y no nos dejemos engañar por etiquetas que prometen “sin sulfatos” o “sin parabenos”. Estos champús contienen muchas siliconas, y a veces, sus nombres están tan bien camuflados como el azúcar en los alimentos procesados.
El resultado es que, mientras nos lavamos el cabello, su tacto se asemeja al de una babosa. Si alguna vez has experimentado esto, mi consejo es simple: ¡tíralo a la basura! Pero aquí está la trampa: estas siliconas no protegen contra el daño causado por la base lavante. Incluso hay un champú muy conocido que afirma haber nacido en las peluquerías, pero su base lavante contiene sosa cáustica. Imagina hacerte unas mechas sin aclararte bien el cabello: persulfato más sosa cáustica… ¡humo y desastre! (Lo sé por experiencia).
Algunas siliconas no son solubles en agua, por lo que se quedan en nuestro cuero cabelludo y en los tallos, provocando irritación y obstrucciones foliculares. Pero, ¿entonces con qué nos lavamos? Mi recomendación: consulta a tu estilista. Nadie mejor que él o ella para conocer tu cuero cabelludo y cabello, y para recomendarte productos adecuados.
En resumen, seamos conscientes de lo que aplicamos en nuestro cabello y busquemos alternativas más saludables. Y recordad: la verdad incómoda también puede ser liberadora.
¡Hasta otro día! 👋
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